Las promesas rotas de Beijing y los abusos contra los derechos humanos no generan optimismo
UCAnews
Sangjey Kep
15 de octubre de 2018
Después de años de negociaciones, el Vaticano y China finalmente anunciaron, a fines de setiembre, que se había alcanzado un consenso sobre el nombramiento de los obispos chinos y las dos partes firmaron un acuerdo provisional.
Como espectador tibetano, no era optimista sobre el acuerdo. He estado sujeto a violaciones por parte del gobierno chino durante más de 60 años.
Los católicos en China se han dividido entre la Iglesia autorizada por el Estado y la Iglesia clandestina que es leal al Vaticano.
Ahora, el Papa Francisco dice que él tiene la decisión final sobre el nombramiento de los obispos, no Beijing. El Papa reconoció a ocho obispos ilegales nombrados por China y admitió que el acuerdo sería doloroso para los católicos que habían sufrido.
El Vaticano puede pensar que el acuerdo será un éxito, ya que hará posible que China acepte al Papa como el líder de la Iglesia Católica China y que puede brindar más orientación a los católicos chinos.
Pero veamos los resultados del acuerdo de 67 años entre el Tíbet y el gobierno chino antes de que seamos demasiado optimistas.
El 23 de mayo de 1951, los gobiernos tibetano y chino firmaron el “Acuerdo de 17 puntos para la Liberación Pacífica del Tíbet”, en el que dice: “El gobierno central no cambiará el sistema político actual en el Tíbet y el estado inherente y autoridad del Dalai Lama. Los funcionarios tibetanos en todos los niveles han de servir como de costumbre.”
También promete: “Respetar las creencias y costumbres religiosas del pueblo tibetano y proteger el Templo del Lama”.
De hecho, el Partido Comunista Chino (PCCh) nunca cumplió con el acuerdo. El ejército chino llegó a Lhasa y pronto rompió el documento y obligó al Dalai Lama y al gobierno tibetano a exiliarse en la India.
Otro ejemplo es la “Ley de Autonomía Étnica Regional” relacionada con el Tíbet, que en teoría otorgó a las minorías étnicas el derecho a la autoadministración. Pero, ¿respetó el PCCh esta ley? La gran cantidad de protestas tibetanas, incluidos los 152 manifestantes que se prendieron fuego, nos dan una respuesta escalofriante.
El gobierno chino también ha firmado el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; y la Convención Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid.
¿El gobierno del PCCh ha cumplido con alguna de estas convenciones? El pobre historial de derechos humanos de China nos dice “no”.
El gobierno chino ni siquiera cumple con sus propias leyes o Constitución.
Irónicamente, el acuerdo con el Vaticano refleja la violación por parte del PCCh del artículo 36 de su Constitución, que estipula que “los ciudadanos de la República Popular China tienen libertad de creencias religiosas” y “los grupos religiosos y los asuntos religiosos no están sujetos a ninguna influencia extranjera”.
Esto plantea la pregunta de si el acuerdo entre China y el Vaticano es realmente posible. El acuerdo significa que el gobierno chino tendría que abandonar sus principios, y la parte china es muy clara sobre los resultados del abandono.
A juzgar por lo anterior, el llamado compromiso del gobierno chino es sólo por conveniencia política, y el último acuerdo se romperá una vez que se alcancen sus objetivos.
La esencia del gobierno comunista chino autocrático determina que la religión es sólo una herramienta para consolidar su gobierno. Además, la verdadera religión no tiene espacio bajo el gobierno del Partido Comunista de China; los tibetanos están convencidos de esto.
Desde que el régimen comunista chino llegó al poder, ha continuado reprimiendo todo tipo de religiones.
Dentro del budismo tibetano, arrasaron templos, expulsaron a miles de monjes, establecieron organizaciones partidarias en monasterios y colegios budistas para gestionar la reencarnación.
Dentro del cristianismo, cientos de iglesias y miles de cruces fueron demolidas, los fieles fueron expulsados y la iglesia católica clandestina fue reprimida.
Dentro del Islam, millones de uigures fueron llevados a campos de reeducación.
Después de que el presidente chino, Xi Jinping, asumió el cargo, intensificó la represión de los círculos religiosos, obligó al budismo tibetano a “adaptarse al socialismo” e impuso “una nueva interpretación de las enseñanzas del budismo tibetano”.
Dado que el PCCh es capaz de todo mal, arroja dudas sobre sus razones para firmar el acuerdo con el Vaticano.
Como el gobierno chino reprime severamente a todas las religiones, es difícil concebir que China tratará bien a las comunidades católicas y sus creyentes.
La tolerancia, la compasión y el amor del Vaticano deben enfrentar la hegemonía del PCCh, que se basa en la Thick Black Theory* y mata a las personas sin vergüenza y cruelmente.
A lo largo de los años, la gente ha esperado que los contactos del Vaticano con el gobierno chino puedan mejorar la situación de los católicos chinos y que el gobierno chino mejore sus políticas hacia todas las religiones. Sin embargo, a partir del reciente manejo de Xi Jinping de los problemas religiosos, esa esperanza se está convirtiendo cada vez más en un sueño.
El Tíbet está ocupado por el gobierno chino, lo que por supuesto no es comparable a la situación del Vaticano. Sin embargo, la política religiosa impuesta al Tíbet después de la ocupación por parte de China puede ser instructiva y el Vaticano debe ser cauteloso.
Como dijo Kung Lap Yan, profesor asociado de la escuela de divinidad de la Universidad China de Hong Kong: “No importa cuánto gane la Iglesia Católica en este asunto, al final perderá”.-
Principio del formulario
*Thick Black Theory: es un tratado filosófico escrito por Li Zhong Wu en 1911 que describe una aproximación al manejo del poder político que se basa en la crueldad y la hipocresía.
Foto: Monjes tibetanos despliegan una thangka gigante durante el Gran Festival de Oración del Año Nuevo Tibetano, en enero de este año. (Johannes Eisele/AFP)
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